jueves, 31 de diciembre de 2009

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (II) - Parte 3

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31 de diciembre, 2009

II. ENCUENTRO CON LA INSTITUCIÓN.

No hay camino más fácil
para no evolucionar, que el de buscar
la solución a nuestras inquietudes
sólo a través de las experiencias ajenas.

El último día amaneció claro y brillante. Las desafiantes moles de piedra se recortaban sobre un cielo azul sin nubes. El sol que acababa de aparecer por detrás de las montañas arrancaba destellos luminosos de las miles de gotas de rocío que cubrían los prados. Una suave brisa mecía las flores multicolores que parecían despertar y sacudirse el sueño, desperezándose del paréntesis nocturno.

Los olores se entremezclaban en una armoniosa sinfonía: olía a hierba, a madera fresca, a tierra, a hierbabuena… a infinidad de aromas que resultaba difícil de clasificar.

Después de desayunar, decidimos dar un paseo y retrasar el comienzo de nuestra sesión de trabajo hasta que estuviese más entrada la mañana. Ascendimos por una estrecha vereda que caracoleaba hacia la cima de la montaña. Íbamos uno tras otro pues el sendero era tan angosto que no permitía el paso más que a una persona. La tierra estaba mullida y esponjosa. A medida que subíamos quedábamos más impresionados por la belleza de aquel valle que parecía sacado de la fantasía de un artista. El impetuoso río, los prados, los pequeños bosques que ponían una nota oscura en el paisaje y, sobre todo, las rocas… Todo estaba estu-diado como en un decorado; el conjunto era armonía de formas y colores. Resultaba imposible permanecer ajeno a tanta belleza, imposible no sentir como algo se expandía en el pecho. Aquello era una verdadera obra maestra, no se podía describir de otro modo.

No pudimos llegar hasta la cumbre, pero desde donde estábamos, en una improvisada atalaya, dejamos que el tiempo pasara un poco más despacio de lo habitual, recreándonos en aquel paisaje, tratando de llevárnoslo impreso en la retina para poder recordarlo siempre.

Descendimos a buena marcha. Íbamos muy animados, el ejercicio nos había revitalizado y estába-mos seguros de que las próximas horas rendiríamos más y aprovecharíamos mejor el tiempo.

Llegamos a Corona. Unos buscaban el sol y otros la sombra. Al cabo de unos minutos formábamos un círculo más o menos regular.

Ese día teníamos en la palestra un tema que nos había resultado muy controvertido desde sus orígenes: nuestro encuentro con la institución.

Como consecuencia de la primera ampliación del grupo, se integraron dos inquietos estudiantes de una antigua Orden Hermética que se vieron sorprendidos por la nueva “vía” de información que representaba el contacto con los extraterrestres. Nosotros sabíamos muy poco de esa escuela esotérica que acababa de abrir sus puertas al mundo tras cien años de hermetismo. Con el objetivo de crear un grupo más sólido y conocer el “modus ambientalis” de los demás, nos acercamos, nos acercamos a la Orden. Fue para todos un paso adelante en cuanto a la implicación y respeto por otras filosofías, otros grupos, otras formas de hacer. Acael nos animó a ello:

PENSAD EN INSCRIBIROS EN LA ORDEN, PORQUE EN EL FUTURO PODÉIS SER PERFECTOS EN EL ASPECTO TÉCNICO, PERO PUEDE QUE ADOLEZCÁIS DE BASE FILOSÓFICA, Y ADEMÁS, PODÉIS INTRODUCIR OTROS PUNTOS DE VISTA.

Fue entonces cuando nos vino a la memoria uno de los ruegos que nos había hecho el abuelo Baldomero: “Entrad en contacto con la Orden y tratad de revertir en ella vuestras experiencias”.

Aquella petición había quedado en el olvido. Al principio, no comprendíamos muy bien lo que debíamos hacer allí y que quería decir eso de revertir la experiencia del grupo. Las enseñanzas que se impartían no se diferenciaban mucho de las que recibíamos de Acael, únicamente la forma nos podía parecer distinta. El lenguaje era menos directo, más metafórico pero, transcendiendo de eso, el contenido era muy similar. ¿Por qué nos había pedido el abuelo aquello?, ¿por qué el guía nos animó a hacerlo?. Los dos miembros de la Orden estaban perfectamente integrados en el grupo y no veíamos fisuras en cuanto a compartir objetivos y filosofías. Cuando preguntábamos a Acael, se limitaba a decirnos que era una buena experiencia para nosotros y que debíamos vivirla.

Ingresamos a mediados de 1980. Durante dos años fuimos compaginando ambas vías de conoci-miento, cotejando las informaciones de una y otra tratando de encajar todas las piezas.

Tuvimos que realizar la labor de “cruzar los dedos y soplar las cenizas”, frase que utilizábamos con frecuencia y que ponía de manifiesto nuestra intención de mostrar cada uno su ideología, su filosofía, para después soplar las cenizas, lo externo, quedándonos solamente con lo que de común hubiera en ellas.

En esa labor de unificación tardamos varios meses y lo logramos a un nivel aceptable, que no al cien por cien, pues había cuestiones de formas, hábitos y, sobre todo, rituales que en ocasiones nos hacía sentir incómodos.

Durante ese tiempo, nuestro guía estuvo dándonos información sobre el nacimiento de las religiones y las Escuelas Iniciáticas:

EN LOS ALBORES DE LA HUMANIDAD EL HOMBRE INTENTABA ENTENDER Y ESTRUCTURAR LO QUE EL COSMOS A TRAVÉS DE LA NATURALEZA, LE DECÍA. DESPUÉS SURGÍA LA NECESIDAD DE COMUNICÁRSELO A LOS DEMÁS DE MANERA QUE FUERA ENTENDIDO, Y ASÍ APARECÍAN LAS RELIGIONES, ADAPTADAS A LA ZONA GEOGRÁFICA Y A LA IDIOSINCRASIA DE CADA PUEBLO.

CON EL PASO DEL TIEMPO, MIENTRAS LAS RELIGIONES SE DESVIRTUABAN, ALGUNOS HOMBRES MANTENÍAN VIVA LA LLAMA ORIGINAL, Y PERIÓDICAMENTE INTERVENÍAN PARA DAR GIROS POSITIVOS A ESA DESVIACIÓN. ASÍ SE FORMABA LA ORDEN HERMÉTICA, QUE SURGÍA PARA PRESERVAR EL SABER AL-CANZADO POR EL HOMBRE DE LA PERSECUCIÓN DEL PODER ESTABLECIDO, A QUIEN NO LE INTERESABA QUE LOS CONOCIMIENTOS SE DIVULGARAN LIBREMENTE.

EN SU ORIGEN LAS ÓRDENES O ESCUELAS ESTABAN FORMADAS POR UN REDUCIDO NÚMERO DE PERSONAS, UNIDAS POR UN OBJETIVO COMÚN, SE PROTEGÍAN, APOYABAN Y AYUDABAN UNOS A OTROS EN LO MATERIAL, MIENTRAS TRATABAN DE DIFUNDIR LAS ENSEÑANZAS, TOMABAN PARTE ACTIVA DE LA REALIDAD SOCIAL DE LA ÉPOCA QUE LES TOCABA VIVIR Y DEFENDÍAN CUALQUIER MOVIMIENTO A FAVOR DE LOS DERECHOS Y LIBERTADES DEL HOMBRE.

A LO LARGO DE LA HISTORIA, MUCHOS DE ESTOS HOMBRES Y MUJERES VIVIERON INTENSAMENTE COMPROMETIDOS CON LAS CIRCUNSTANCIAS DE SU ENTORNO, TRABAJABAN UNIDOS FORMANDO PEQUEÑOS GRUPOS QUE ACTUABAN MUCHAS VECES, EN LA SOMBRA, PERSEGUIDOS POR LAS INSTITUCIONES QUE OSTENTABAN EL PODER.

POCO A POCO SE FUE FORMANDO LA DICOTOMÍA ENTRE RELIGIÓN Y ORDEN HERMÉTICA, MIEN-TRAS LA PRIMERA CONVIVÍA Y PACTABA CON EL PODER ECONÓMICO Y POLÍTICO, LA SEGUNDA PERMANECÍA OCULTA PARA SALVAGUARDAR LA PUREZA DEL MENSAJE ORIGINAL QUE UN DÍA ESPARCIERAN LOS DIFERENTES MAESTROS COMO KRISHNA, BUDA, JESÚS… DURANTE SU VIDA EN LA TIERRA, ESTOS ENVIADOS INTENTABAN RECONDUCIR Y ACLARAR LAS DIFERENTES FILOSOFÍAS Y CREENCIAS, DABAN PAUTAS DE COMPORTAMIENTO SENCILLAS Y CLARAS, QUE ERAN RECOGIDAS POR LAS RELIGIONES Y AL POCO TIEMPO VOLVÍAN A DILUIRSE ENTRE COMPLICADAS LITURGIAS Y RITOS, DESVIRTUÁNDOSE HASTA HACERSE IRRECONOCIBLES.

LA ENSEÑANZA SE DISEMINABA POR TODA LA TIERRA, UNOS LA CONVERTÍAN EN RELIGIONES Y OTROS EN ÓRDENES HERMÉTICAS, Y MIENTRAS UNAS DABAN MÁS IMPORTANCIA A LO EXOTÉRICO O EXTERNO, LAS OTRAS SE LA DABAN A LO ESOTÉRICO O INTERNO.

APARENTEMENTE CON LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO, LA INFORMACIÓN QUE HASTA ENTONCES HABÍA SIDO ABIERTA, SE HIZO CERRADA Y RESTRINGIDA A UNOS POCOS, PUES ROMA, AL PERDER SU HEGEMONÍA POR LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS, DIO PREPONDERANCIA A LA RELIGIÓN CONTROLADA POR SUS DIRIGENTES. LAS ESCUELAS ENTONCES, GUARDARON COMO ORO EN PAÑO LAS DIRECTRICES PARA QUE EL HOMBRE, UN DÍA, PUDIERA ASENTARSE EN BASES MÁS ELEVADAS QUE EL PLANO FÍSICO PARA ENTENDER LO QUE LE RODEABA.

Y ASÍ, A LO LARGO DE LOS SIGLOS PERMANECIERON LAS RELIGIONES Y LAS ESCUELAS HASTA NUESTROS DÍAS, CONVIVIENDO UNAS EN LA SUPERFICIE Y OTRAS OCULTAS A LA SOCIEDAD.

EN LOS ÚLTIMOS AÑOS HAN APARECIDO (NO SOLO EN ESPAÑA, SINO EN TODO EL MUNDO) SECTAS, ASOCIACIONES, COMUNIDADES, ETC. QUE PARTIENDO DE LAS RELIGIONES HAN CREADO SU PARTICULAR FILOSOFÍA INTENTANDO RECICLAR LA INFORMACIÓN Y ADAPTARLA A LAS NECESIDADES DEL HOMBRE DE HOY.

La filosofía que nuestro grupo estaba aprendiendo partía de la enseñanza esotérica, pues estaba ba-sada en los mismos principios. Sin embargo, utilizaba un soporte menos convencional y más acorde con el momento actual. Era impartida por hombres físicamente vivos, de evolución mayor que la nuestra y que estaban embarcados en la tarea de comunicar nuevas pautas de funcionamiento olvidadas a los que estaban dando sus primeros pasos en el uso del libre albedrío (nosotros, los seres humanos de la Tierra). Empleaban medios tecnológicos y no místicos para llegar a aquellas personas que no tenían acceso a las escuelas o que, por sus características personales, necesitaban moverse con parámetros más concretos y tangibles, aparen-temente opuestos al misticismo.

En una de las comunicaciones, recibimos un dato que nos trastocó algunos esquemas mentales. Se trataba de la estrecha relación que habían tenido los hombres 4.5 con las Escuelas Esotéricas de la Tierra. Según nos informó Acael, hombres de Apu y otros planetas en el mismo grado de evolución, habían sido fuente de inspiración de las filosofías tan celosamente guardadas por las órdenes herméticas; filosofías que siguen alimentado, aún hoy, en esporádicas comunicaciones con algunos estudiantes.

El grupo tenía pruebas más que suficientes de la evolución y las capacidades mentales de esos hom-bres y sabíamos que podían actuar como verdaderos maestros nuestros. La experiencia con nuestro guía así lo demostraba. Sin embargo, nos resultaba sorprendente descubrir su participación en esas organizaciones que estaban avaladas por una serie de maestros de carácter espiritual, seres inmateriales y de elevadísimo grado de evolución que inspiraban su filosofía. En ningún lugar se hacía referencia a la presencia de los Hermanos Mayores, ni tan siquiera a enseñanzas impartidas por hombres (aunque éstos fueran más evolucionados). ¿Qué pasó realmente?, ¿es qué con el paso del tiempo se perdió la identidad real de los maestros y se espiritualizó o se deidificó su recuerdo?, ¿fue el propio hombre de la Tierra quien colocó a sus maestros en niveles mucho más elevados, en su afán por acercarse a un Dios incognoscible?, ¿pensó que así las enseñan-zas serían más sublimes?

Recibíamos semanalmente desde la Sede Central material de estudio y ejercicios. La enseñanza estaba estructurada en forma de lecciones y el estudiante, con el tiempo, iba avanzando progresivamente por diferentes grados que venían marcados por unas ceremonias de iniciación que posibilitaban el paso a un nivel superior. Se abarcaba una extensa información que tocaba áreas muy diversas: ciencia, humanismo, esoterismo, manejo de energías y vibraciones, el mundo de la mente, el hombre como ser integral (cuerpo físico, astral y psíquico) y todo lo que fuera tendente a hacer evolucionar el Yo Interno.

Las enseñanzas iban encaminadas a encontrar una filosofía, una visión de la vida integradora. Temas como la reencarnación, los pactos entre espíritus o el Karma, facilitaban la comprensión de las circunstancias de cada uno. La ley de Causa y Efecto permitía comprender que todo lo que sucede es consecuencia de los propios actos presentes o pasados, que cada persona está cumpliendo un programa que trazó conjuntamen-te con otros espíritus con el fin de realizar un trabajo, juntos. Se abogaba por la fraternidad, buscando siempre lo que hermana al hombre en su condición de ser humano y ayudándose en sus esfuerzos por ampliar los límites de sus conocimientos.

ESTAS INSTITUCIONES CORREN EL RIESGO DE CAER EN EL MISTICISMO Y EN UNA VISIÓN DE LAS COSAS POCO PRÁCTICA, POCO REALISTA. EN CAMBIO, NO FAVORECEN EL SECTARISMO FANÁTICO DE LAS RELIGIONES, YA SEAN ORIENTALES U OCCIDENTALES.

El primer rechazo llegó cuando descubrimos la organización totalmente jerarquizada y burocratizada que había detrás de la enseñanza. Intentamos convencernos de que era necesaria para mantener un cierto orden y unificación, pero descubrimos, en muchos aspectos, un funcionamiento similar al de cualquier insti-tución que quiere preservar lo que tiene para asegurarse su propia continuidad por encima de todo, valorando el poder en detrimento del hombre.

Las principales dificultades comenzaron a los pocos meses. Accedimos a la Logia que se había formado en nuestra ciudad. Allí se reunían con frecuencia los estudiantes en actividades programadas.

La imagen que nosotros teníamos de una orden hermética era la del celoso guardián de valiosa in-formación científica, cultural y espiritual que, desde tiempos remotos, se había ocultado ala manipulación del poder político y religioso. Esperábamos encontrar un ambiente distinto al vivido por nosotros en instituciones religiosas y políticas. Sin embargo, nos tropezamos, de entrada, con un montón de ritos de obligado cumplimiento y con un cierto grado de intransigencia que se respiraba en aquel entorno.

Un mundo de signos cabalísticos, extraños unos y reconocidos otros en la cultura religiosa de la calle, nos salían al paso en escritos, dibujos y carteles. Había un cierto halo de misterio rezumando en las manifestaciones de la gente. Nuestras dudas o preguntas eran respondidas con leves sonrisas enigmáticas por parte de los miembros más antiguos o, a lo sumo, con un “espera que todo llegará” o con el manido tópico de “cuando el alumno está preparado llega el maestro”. Parecía que nuestra ignorancia era supina comparada con el conocimiento de algunos que se iniciaron en la Orden hacía muchos años.

Aquello de separar tanto al ser interno del externo no nos encajaba demasiado bien. Era nuestro ser el que necesitaba respuestas a las preguntas. Todo él, no una parte. Cuando les decíamos que era nuestro ser interno el que preguntaba, el que tenía tantas inquietudes sonreían. Las respuestas que recibíamos siem-pre eran las mismas: “No os preocupéis, estad tranquilos, dejad que vuestro ser interno se manifieste, medi-tad y pronto hallaréis las respuestas”.

A nosotros eso se nos antojaba muy difícil. ¿Les llegará a los demás la respuesta tan clara como di-cen?, ¿cómo lo harán?, ¿quién les contestará realmente?, ¿cómo podían discernir si recibían respuesta de planos superiores o era su mente que les decía lo que querían oír?... Nuestra impaciencia, nuestro desconocimiento de todos estos temas y el no aceptar los misterios, era algo que nos hacía saltar los resortes del rechazo. Realmente, nosotros estábamos muy mal acostumbrados. Acael siempre tenía una respuesta clara, rápida y lógica, incluso cuando reconocía con humildad su desconocimiento de algún tema. En nuestra mente se había sembrado una semilla que poco a poco iba creciendo y que nos llenaba de esperanza y tranquilidad.

NO EXISTE EVOLUCIÓN SIN CONSCIENCIA, SI ERES CAPAZ DE FORMULAR UNA PREGUNTA SIEMPRE HABRÁ UNA RESPUESTA QUE SATISFAGA TU NIVEL DE INQUIETUD.

A los pocos meses empezamos a intuir, ligeramente, cuál podía ser nuestro papel. Nosotros, al participar de las dos experiencias, teníamos la posibilidad de desmitificar algunas cosas, de aportar nuevos ángulos de visión que ampliarían el horizonte de los estudiantes. Siempre que se rompen ataduras se consigue mayor libertad y enriquecimiento personal. Hay que revisar de vez en cuando la trayectoria de personas y grupos para desprenderse del lastre que hemos ido acumulando.

El choque fue brusco. Sabíamos que no debíamos pararnos en los aspectos formales que tanto rechazábamos. Allí estaba contenida una buena parte del saber de la humanidad. Entre toda aquella parafernalia se escondía la esencia de toda vía de evolución y la Orden lo era, aunque con el paso de los años los hom-bres lo hubiesen complicado.

Observamos que cada persona entendía las enseñanzas y el funcionamiento de la institución de for-ma muy distinta, dependiendo de sus propias características y en buena parte alimentado por la Orden, que fomentaba el trabajo en solitario, entorpeciendo el trabajo en equipo y el contraste de opiniones.

Algunos de los miembros más antiguos, encargados de dirigir la Logia, interpretaban la información que les llegaba de la Sede Central a su manera. No concedían importancia a la razón y evitaban usarla a favor de estados de introspección y éxtasis. Buscaban la armonía por encima de todo, resumiéndolo en una frase: “Todo está bien”. Esa actitud les hacía obviar la realidad y, lo que era peor, problemas importantes en los que no se implicaban al no quererlos ver.

Pudimos ver que en algunas personas, con afán de protagonismo, se desarrolló un sentimiento basado en la sobre-valoración de sí mismos y, así, no era difícil escucharles narrar grandes experiencias místicas y estados de supra-consciencia.

Aquel recinto era como una burbuja aislada de la realidad cotidiana, en la que los antiguos ejercían una postura de fuerza y poder sobre los recién incorporados. Sus palabras pesaban más que las del resto, pues venían avaladas por estudios de elevadísimo grado. Sin embargo, no eran capaces de transmitir a los demás sus propias experiencias de manera que fueran útiles, limitándose a soltar conceptos abstractos y aparentemente muy sublimes, olvidándose que la vida cotidiana estaba a la salida, en la calle y que todo conocimiento adquirido no sirve de nada si no se lleva a la práctica.

Desde un principio, nos vimos enfrentados en una cuestión básica: la Orden propiciaba el uso de la razón, de la lógica, del intelecto. Sin embargo, en aquella pequeña Logia unos cuantos miembros que ocupaban cargos de dirección, habían inculcado en ciertos sectores una idea contradictoria: el que no se plantea cosas no incordia, es fácil decirle que está en el buen camino y que ya está en la luz. La imagen general era de misticismo sin base, con unos líderes que tenían en sus manos la verdad absoluta, lo que hacía a los restantes miembros sentirse en inferioridad psicológica.

Propusimos foros abiertos para estudiar y analizar las enseñanzas y para hacer ejercicios conjuntos con el fin de comprenderlos mejor y objetivarse con otras aportaciones, pero el intento fue abortado desde sus comienzos.

Acael confirmaba nuestras apreciaciones cuando le planteábamos estas cosas:

LAS ÓRDENES HERMÉTICAS HAN SIDO LOS REDUCTOS DONDE UNOS POCOS GUARDARON LA LLAMA DE LA VERDAD, QUE HACE CIENTOS DE AÑOS RECIBIERON DE SUS MAESTROS. PERSEGUIDOS POR LA IGNORANCIA DE LA ÉPOCA, TUVIERON QUE CERRARSE HERMÉTICAMENTE Y TRANSMITIR LA INFORMACIÓN ORALMENTE DE PADRES A HIJOS. ACABARON INSTITUCIONALIZÁNDOSE Y DOSIFICANDO EN GOTAS LAS RESPUESTAS, DESPUÉS SURGIERON JERARQUÍAS, GRADOS E INICIACIONES Y EN ÚLTIMO TÉRMINO CO-BRANDO DINERO POR LA INFORMACIÓN PARA LA SUPERVIVENCIA DE SU ENORME ESTRUCTURA BUROCRÁTICA.

Desde fuera, daba la impresión de que los grados de acceso a la información se medían por años y cuotas pagadas, de modo que sólo el tiempo concedía el conocimiento a sus miembros y no se acortaba con el estudio y la inquietud.

Nuestro grupo se planteó tres objetivos:

1. Aclarar la manipulación de la información en la Logia por intereses de poder.
2. Patentizar la inmovilidad de conceptos anclados de dos o tres dirigentes que pretendían incul-carlos a los demás estudiantes y,
3. Eliminar el miedo a hablar de los que estaban fuera de esa “élite”

Intentamos, probablemente de forma poco acertada, patentizar las desviaciones que se habían pro-ducido entre la enseñanza de la Orden (a la que respetamos y valoramos) y la interpretación subjetiva que de ella se hacía en nuestra pequeña Logia. El resultado fue el enfrentamiento y todos vivimos una dolorosa experiencia que nos hizo aprender un poco más sobre las motivaciones y los límites que nos ponemos los seres humanos.

La Orden, en la primera de sus lecciones, habla del estudiante como un eterno buscador por medio de la comprensión, utilizando su cerebro y sus capacidades psíquicas para comprender lo que le rodea. Una persona inquieta e inconformista que se replantea continuamente sus posturas y mantiene la mente abierta a los nuevos conocimientos. Sin embargo, en la Logia parecía que únicamente eran valorados los que comen-taban haber tenido grandes experiencias místicas, ante la decepción de los que habían tenido visiones o sensaciones a la misma altura. Los más antiguos llevaban la dirección y dictaminaban lo que se debía o no se debía pensar. Su opinión era buscada y escuchada por un grupo de acólitos que entendían el servicio a los demás como sumisión ante los que se consideraban superiores.

Para ellos, la razón era un freno a la espiritualidad. Era el eterno enfrentamiento entre dos tenden-cias del hombre que, a lo largo de la historia, no había sabido conjugar. Nosotros sabíamos, por experiencia, que un razonamiento lógico, bien desarrollado, podía producir tanta armonía y paz interior como una meditación de armonización, con la diferencia de que en ésta uno no sabía nunca por qué hacía las cosas, limitán-dose a conseguir un estado de armonía y relajación y en ese sentido se acercaba a la mentalidad de los hombres primitivos. En cambio, si a ese estado de relajación se incorporaba la reflexión, el resultado final era espectacular.

Ellos ponían un gran énfasis en los rituales que, en su origen, debieron ser ejercicios destinados al manejo de las energías, pero al institucionalizarse habían perdido eficacia, convirtiéndose en rutina y, es bien sabido que el cerebro no se excita con la rutina. En lugar de desmitificar los símbolos tratando de ver lo que encerraban, de analizar que posiblemente correspondían a una visión particular de quien los creó, los institucionalizaban, con lo cual no encontraban el concepto universal que un día alguien pretendió simbolizar en esa figura.

En definitiva, la Logia era una muestra más de una institución autárquica, cuyos miembros no buscaban la verdad preguntado el porqué de las cosas, sino que seguían oyendo los consejos de sus líderes: “Me-ditad y pedid consejo a vuestro ser interno, la luz os llegará”.

Finalmente, nos vimos abocados a abandonar la Logia, aunque no la suscripción a la Orden, de la que seguíamos recibiendo lecciones. Habíamos intentado desenmascarar la manipulación ante los miembros, que eran libres de seguir diciendo amén o participar de forma activa en la filosofía que se estudiaba.

Una Nueva Era se acercaba según nuestro guía y no quedaba tiempo para asimilar tantas cuestiones en tan poco tiempo, con estructuras tan lentas y que tuvieron justificación en otros tiempos con otra sociedad y otras necesidades. Decepción, asimilación de la experiencia y vuelta a casa.

Los hechos que vivimos en esta etapa fueron momentos difíciles para el grupo. Por un lado, nos en-contramos fuertemente unidos en torno a una misma filosofía que compartíamos y defendíamos. El luchar por nuestros ideales hizo que nos sintiéramos útiles. Comprendimos por primera vez las ventajas del trabajo en equipo y de la complementariedad, que al no ser bien entendida, había sido vivida en muchas ocasiones como distanciamiento.

Por otro lado, a la hora del balance final, no nos sentíamos muy satisfechos. Habíamos dado un golpe de efecto provocando que las estructuras mentales de los miembros de la Logia se tambalearan, haciéndoles replantearse sus posturas, pero ¿había sido suficiente?, ¿no deberíamos haber permanecido allí dando nues-tra nota diferenciadora?, ¿qué repercusiones reales habían tenido los hechos vividos en aquella pequeña célula de la institución?, ¿había cambiado algo?...

Todos coincidimos en que aquel trabajo no se había terminado. Los rechazos hacia otras formas, las fobias a las instituciones, nuestra propia intolerancia, nos impidieron dar una nota clara y continuada de ra-cionalidad y, finalmente, abandonamos.

En honor a la verdad, hemos de decir que allí, entre aquellos miembros, también encontramos hombres y mujeres que eran un auténtico ejemplo con su actitud de trabajo y servicio. Personas que no ostentaban ningún cargo, pero que sentían en los más profundo de su ser la llamada del conocimiento y sabían encontrar el camino para aplicarlo en cada momento de su vida de forma práctica y sencilla. Seres que brillaban con luz propia por su humildad y entrega. Esos eran los verdaderos exponentes de la enseñanza que la Orden diseminaba por el mundo desde los tiempos más remotos: los verdaderos buscadores de la verdad.

Desde nuestra óptica, veíamos que la institución no había sufrido la más mínima mella y la jerarquización y la autarquía seguían marcando la pauta. No obstante, en la Logia si ocurrieron algunos cambios y varios de sus líderes dejaron de tener el apoyo de los miembros, con lo cual se renovó un poco el aire. Sin embargo, al cabo de algún tiempo la Orden envió nuevos delegados que volvieron a traer consigo planteamientos similares y que, por exceso de celo, se convertían en guardianes de la ley, viviendo sólo para su cumplimiento, no para desarrollar y practicar su contenido.

Una vez más, como en tantas ocasiones había sucedido a lo largo de la historia, se habían institucionalizado los sentimientos del hombre. En cualquier caso, había algo inquietante detrás de todo esto: ¿por qué aparecían las instituciones?, ¿eran necesarias?, ¿ayudaban o entorpecían?, ¿podríamos evolucionar sin ellas?

Acael nos había hablado de un nuevo concepto: RELIGIOSIDAD.

LA RELIGIOSIDAD ES UN SENTIMIENTO ÍNTIMO QUE NACE CON EL PROPIO HOMBRE Y NO ES OTRO QUE EL DESEO DE RELIGARSE, DE REENCONTRAR A DIOS.

DE ESE SENTIMIENTO PARTICIPAN TODOS LOS SERES HUMANOS, SIN DISTINCIÓN DE RAZAS, EDUCACIÓN, CULTURAS O CIRCUNSTANCIAS.

HAY QUE DISTINGUIR ENTRE RELIGIOSIDAD Y RELIGIÓN. LA RELIGIOSIDAD SERÍA LA TENDENCIA DEL HOMBRE A VOLVER AL ORIGEN, AL PUNTO DEL CUAL PARTIÓ, Y LA RELIGIÓN SERÍA LA INSTITUCIONA-LIZACIÓN DE ESE SENTIMIENTO POR EL PROPIO HOMBRE.

Ese sentimiento es una manifestación absolutamente personal y única, que no necesita de traductores o intermediarios, sino que es la expresión más auténtica del ser humano. Sin embargo, todas las culturas que habían poblado y pueblan el planeta han creado religiones y escuelas para enseñar a los demás, no a identificar su propio impulso, sino a aceptar un patrón fijo que, según ellos, contiene todos los atributos necesarios para ser un buen creyente y guardián de la Ley.

Y así, los hombres se han agrupado en dos grandes bandos: los manipuladores y los manipulados; los que quieren mandar y los que prefieren obedecer. ¿Quién es más responsable, el que manipula o el que se deja manipular? Es evidente que un grupo no puede existir sin el otro. ¿Por qué el hombre durante miles de años ha permitido que otros le marquen el camino?, ¿cuándo y por qué perdió la confianza en sí mismo, en su fuerza, en su esencia?, ¿por qué permitió las dependencias, los misterios, los dogmas?, ¿qué le hizo acatar decisiones contra las que una parte de su ser se rebelaba?

Si las instituciones sobreviven es gracias a esos dos grandes grupos de personas que coexisten:
Los que quieren mandar tienen ante sí un amplio campo de acción. Su intención es hacer carrera dentro de la institución y ésta le ayuda y le impulsa siempre que cumpla los cánones establecidos y no perjudique sus intereses. Si alguien, arrastrado por el ansia de poder o de figurar, se olvidara de ese punto sería discretamente quitado de en medio y, si fuera necesario, desacreditado para evitar futuras complicaciones. Los tentáculos de la organización llegan a todas partes.

En las instituciones de carácter religioso se espera de ellos que se atengan a una determinada forma de ejercer su función: deben ofrecer la imagen de “sabio bondadoso”, que es la forma correcta de mandar en este tipo de instituciones. El ser realmente sabio o bondadoso carece totalmente de importancia, ya que no es ese el objetivo que persigue.

En cuanto al segundo grupo, los que prefieren obedecer, no tendrán nunca problemas y siempre serán acogidos y protegidos por la institución. Los que no buscan otra cosa que sustituir una religión de la que no se fían, por otra que aún no les ha defraudado, tendrán su “misa” semanal y no les faltarán rituales y ceremonias que les harán sentir su corazón desbordado de amor; amor que podrán compartir, salvando las distancias naturalmente, con los sabios y bondadosos maestros que amorosamente les conducen.

Los más inquietos podrán elaborar, incluso, alguna teoría que otra, con la tranquilidad de que sus conclusiones serán pasadas por el tamiz de los maestros, quienes les dirán si esas hipótesis son correctas o no, haciéndoles sentir con la delicadeza y habilidad de la práctica que “es mucho lo que le falta para llegar al grado x”, que es, causalmente, en el que está el maestro. Finalmente, les aconsejan que sigan adelante puesto que demuestran ser mucho más sabios que sus vecinos y parientes.

La institución ha desarrollado unos sutiles mecanismos para que los dos grupos vivan en armonía. Para que los “mandados” no se sientas humillados, se les permite que se sientan superiores a las personas que les rodean, sólo por el hecho de pertenecer a la institución, sin tener que asumir trabajos o responsabilidades.

Pero entonces ¿qué ha ocurrido con los verdaderos buscadores?, ¿dónde están los estudiantes que un día se acercaron a cualquier orden, escuela o comunidad porque en ellos resonó el mensaje de fraternidad y conocimiento?

Seguramente están en la institución, dentro de ella, luchando por aproximarse a aquel sueño que una vez les pareció posible. Tratando, a pesar de sus defectos y circunstancias, de responsabilizarse de su evolución como espíritu, de su vida como ser humano, de una sociedad de la que se saben hermanos y de un planeta que es su casa y durante siglos les ha permitido vivir, sufrir, ser felices, en definitiva… aprender.

Otros quizás andan por ahí, pero no se les puede identificar porque no son en absoluto diferentes de los demás y no pertenecen a instituciones. Ellos saben que éstas son algo que pertenece al pasado, que es hora de poner en práctica, abiertamente y sin temor, el mensaje de unidad y compromiso que más o menos claramente estas escuelas han transmitido a través de los siglos. Saben que ya no hay lugar para las instituciones de ningún tipo porque están llamadas a desaparecer. El hombre del futuro deberá ser fiel a sí mismo, sin más guía que su impulso interno, ni más freno que el respeto a los demás.

Ese era el perfil que Acael nos había esbozado sobre el hombre de la Tierra en su próxima etapa de evolución y al él debería ajustarse nuestra humanidad si quería formar parte de ese futuro.

Nuestro encuentro con la institución fue solo una puesta en escena que nos permitió experimentar algo por lo que el hombre ha luchado desde que tiene memoria como ser humano: el pensar y sentir con libertad frente a las poderosas fuerzas que se lo impiden, es decir, el propio hombre y las instituciones.

Fue duro reconocer en nosotros mismos la semilla de la institución, comprobar nuestras limitaciones, nuestras tendencias cotidianas que subyacían bajo la piel. El sentir rechazo ante los que se cuestionan lo establecido es algo tan normal que al que no lo hace se le acusa de “no ser fiel a los valores originales”, co-mo si original no viniera de origen, sino de pétreo e inamovible.

El desprecio por lo nuevo es tan habitual en la sociedad, que nos creemos con capacidad para educar y enseñar a nuestros hijos y jóvenes sin plantearnos siquiera lo que ellos con sus jóvenes mentes, pueden enseñarnos.

Continuará…..

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